Gente buena y mala que vino a mi funeralNo odio a nadie ni perdono a nadie, no tengo ese deseo ni ese poder. Tampoco necesito el perdón de nadie. Estoy muerto. Como dijo el poeta italiano: Todo lugar está aquí, y todo tiempo es ahora.
De momento no puedo ver sus rostros, la oscuridad me los oculta, pero presiento que pronto surgirán. No hay luz, no hay túnel, solo está el vacío y yo en él. Algo se mueve, ¿será mi alma? Alrededor las sombras se disipan momentáneamente con los fogonazos de la memoria. Aquí no sufro dolor, no tengo remordimientos y no conozco el rencor. Tampoco existe la alegría. Aunque, algo parecido siento cuando empiezo a notar su presencia. Están todos, pero nadie me hace compañía, nadie puede. En este lugar en el que me encuentro estoy yo solo. También he empezado a olvidar quién fui, aunque aún me queda algo de tiempo antes de que abandone del todo mi conciencia. Sé que es así, aunque no pueda explicarlo.
Sé muchas cosas ahora que estoy muerto. ¿Desde cuándo las sé? Desde siempre y desde nunca, porque esta ventana que se va abriendo y a la que me asomo lo contiene todo. Veo lo que hice y lo que dejé de hacer. Veo con claridad, sin haberlo vivido, lo que hicieron las personas que he conocido. Es como una película, ante mí se proyectan imágenes que son pensamientos ajenos y son hechos que no viví, vidas que se cruzan, la mía se entrelaza con todas ellas. ¿Cómo explicarlo? ¿Son imágenes?, ¿muchas?, ¿todas?, ¿o es solo una? Quiero creer que es una única imagen en la que estamos todos en todos los momentos. Sí, es eso. Mis ojos, o lo que sea que me posibilita ver, recorren cada pulgada de esta visión, y mis oídos perciben todas las conversaciones.
