Logo
Homo erectus_fullTextHomo erectus

—¡Esta es la última vez que te lo digo! —grita encolerizado Pau Puig a su esposa—. Escúchame bien, porque lo que te voy a decir es lo más grande que un hombre puede sentir y vivir.

—No quiero escucharte —replica la mujer.

—Lo vas a hacer, aunque sea lo último que nos digamos.

Pau Puig toma un respiro, intenta serenarse, pero no lo consigue. Agarra las manos de Mabel, su mujer, y se las separa de los oídos. Nota como su piel se enrojece y le pica. El corazón lo tiene acelerado como el motor de un coche viejo. Suelta a su esposa y pasea de un lado a otro del comedor. Está buscando las palabras adecuadas para expresar eso tan importante que tiene que decir. Un segundo, dos, tres segundos y retoma el alterado monólogo.

—El EQUIPO, lo digo con mayúsculas, el EQUIPO es dios, es mi amor, es mi ilusión, mi pasión y, algunas veces, también el protagonista de mis pesadillas. Es mucho más que la familia. ¡No se puede comparar con nada! Lo es todo y todo lo merece. —Toma aire—. Cuando nos llama a hacer frente al enemigo, allí estamos todos, voceando con una sola garganta. Maldecimos, insultamos, saltamos hasta hacer retumbar el suelo. Nada en este mundo nos puede detener. El EQUIPO nos necesita y nosotros acudimos sin más. Solo exigimos una cosa, mejor dicho, dos cosas. La primera es que vapulee al enemigo, cuántos más goles mejor. La segunda es que gane títulos, todos los títulos. Cuando no lo consigue, nos decepciona, pero lo perdonamos. Al EQUIPO se lo perdonamos todo. La próxima temporada lo conseguirá.

—¡Hablas como un loco!